domingo, noviembre 16, 2008

Sois hijos de la luz

Comentario a la carta a los Tesalonicenses
1 Ts 5, 1-6
Sois hijos de la luz e hijos del día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas. Así, pues, no durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados.


Estos párrafos, con tintes apocalípticos, nos dan que pensar ahora que vivimos tiempos de crisis a escala mundial. El día del Señor se presentará de improviso, dice Pablo, haciéndose eco de aquella parábola de Jesús sobre los ladrones que irrumpen en la casa de noche. Sí, las pruebas, las dificultades y la desgracia se abaten sin avisar, y a muchas personas las pillan desprevenidas, hundiéndolas en el pesar y el desespero.

Pero nosotros, los cristianos, estamos llamados a vivir despiertos. Estamos llamados a abrir los ojos, los oídos y el corazón a la realidad que nos rodea; a ser sensibles, inteligentes y previsores. Y, por encima de las crisis y los problemas, estamos llamados a mirar el mundo desde la perspectiva de Dios, una perspectiva que da a las cosas su correcta dimensión. Desde esa óptica, nítida y luminosa, apreciamos lo que es realmente importante y aprendemos a dejar a un lado las preocupaciones inútiles y a afanarnos por aquello que realmente vale la pena. “Somos hijos de la luz”, dice Pablo. Hemos recibido un regalo sin hacer nada para merecerlo: la resurrección de Cristo y, con ella, la vida eterna. Con este tesoro en el corazón, podemos mirar el mundo con lucidez y resistir todos los embates del dolor y la tragedia con serenidad.

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