domingo, noviembre 23, 2008

Dios lo será todo para todos

Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Y, cuando todo esté sometido, entonces también el hijo se someterá a Dios… Y así Dios lo será todo para todos.
1 Cor 15, 20-28

Las palabras rotundas de Pablo en esta lectura nos pueden parecer demasiado enérgicas. Nos evocan una espiritualidad quizás autoritaria o impuesta, con tintes marciales. Pero hay que entenderlas a la luz de la vida de Jesucristo. Él nunca vino a imponer ni a sojuzgar a nadie, más que al mal. Jamás aspiró a tener poder, ni político ni religioso. Su mensaje era de libertad y su realeza se manifestó, ¡qué contradicción tan grande!, cuando fue condenado y clavado en una cruz.

La realeza de Cristo “no es de este mundo”. Un mundo que, desde antiguo, siempre ha querido crecer y progresar, muchas veces dejando a Dios al margen. Los imperios humanos detentan gran poder y parecen dominarlo todo. Muchas personas somos conscientes de que el mal campa por sus respetos y la tentación del desánimo o de la resignación es muy fuerte. Pero Pablo nos dice que no siempre será así. El mal no es el dueño del mundo, aunque a veces lo parezca. El verdadero rey es Cristo. Hay una fuerza mucho más poderosa que mueve el universo, y gracias a ella la humanidad se sostiene, pese a todo. Lo que realmente vencerá en el mundo no es el poder, sino el servicio. Por encima del mal triunfará el amor. Esto ya está sucediendo. Allí donde las personas renuncian a dominar a los demás y optan por amar y servir, allí reina Dios. Y allí donde Dios se convierte en el centro, reina una vida plena y gozosa, que vence a la misma muerte.

Dios lo será todo para todos”: esta es la vivencia, honda y palpable, que anima a Pablo en su misión. “Sólo Dios basta”, dirá, muchos siglos más tarde, otra gran mística. ¡Ojalá sea así, ya ahora, para los creyentes!

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