domingo, marzo 02, 2008

Los frutos de la luz

De la Carta a los Efesios (Ef, 5, 8-14)

“Despierta tú, que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz”. Con estas palabras, Pablo simboliza el cambio que experimentan aquellos que, tocados por Cristo, comienzan una vida iluminada por la fe. Tan radical es este cambio, que es como morir y renacer a otra vida. Jesús es la luz, y quienes no lo conocen viven en tinieblas. Vivir sin la presencia de Dios es como vagar en la oscuridad, sin orientación, sujetos a los vaivenes de la vida y también al error y a la culpa. Los males del mundo se amparan en la oscuridad, pues ante la luz quedarían en evidencia. Pero incluso las cosas escondidas acaban saliendo un día a la luz.

Siguiendo la comparación, Pablo nos habla de los frutos de la luz: la bondad, la justicia y la verdad. Son frutos que vienen de Dios y esparcen vida y gozo en la humanidad. En cambio, los frutos de las tinieblas son estériles. Pablo exhorta a los cristianos a no participar en ellos e incluso a denunciarlos. Es una llamada a todos: a que abandonemos las maledicencias, los rencores, la falsedad, las envidias y las palabrerías inútiles, que sólo sirven para manchar nuestra conciencia y causar daño. Pablo nos llama a abandonar la oscuridad, a “despertar” y a vivir en presencia de Dios, sin perder jamás de vista el faro que nos guía: Jesús.

Si hoy miramos a nuestro alrededor, vemos que el mundo está sumido en profundas tinieblas. Las guerras, la violencia, las catástrofes se esparcen por doquier, y la sensación de incertidumbre y de miedo invade a muchas personas. Los avances científicos, la tecnología, las telecomunicaciones y el ocio no logran calmar las inquietudes del corazón humano, ni tampoco consiguen dar respuesta a todos sus interrogantes. Para los cristianos el mundo no es un caos sin sentido. La luz de nuestra fe alumbra y da un significado a todo cuanto nos rodea. Es cierto que las religiones, y concretamente, el Cristianismo, hoy son cuestionadas e incluso atacadas desde muchas instancias. Tal vez sucederá, como dice el evangelio de San Juan, que la luz será rechazada y nuestras convicciones serán tildadas de fundamentalismo, de ingenuidad o de mentalidad anacrónica. Pero, como también leemos, “por sus frutos los conoceréis”, y los frutos de la luz resplandecen sin que nada pueda apagar su brillo.

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