sábado, febrero 02, 2008

Buscar aquello que nos une

Con motivo del Año Jubilar dedicado a san Pablo, iniciaré una serie de reflexiones sobre algunos textos de las cartas paulinas. Salvando la distancia temporal, son tremendamente oportunos para aplicarlos a nuestra Iglesia de hoy.

Primera Carta a los Corintios, 1, 10-17

En este fragmento, Pablo ruega a los cristianos de la comunidad de Corinto que recuerden aquello que los une y no se dividan, formando grupos elitistas. Sus palabras son de gran actualidad. Dentro de la misma Iglesia siempre han surgido movimientos, grupos e instituciones encabezados por un líder carismático, inspirado por el Espíritu. Estos grupos suponen una gran riqueza eclesial, pero sus seguidores, hoy igual que ayer, corren el peligro de dar mayor importancia a su fundador o al propio movimiento que a la Iglesia y a Cristo.

Pablo recuerda que es Jesús quien nos une y nos llama. En su nombre somos bautizados; es Él quien nos hace hijos de Dios y, por tanto, hermanos de todos los hombres. Nuestra condición cristiana va ligada indisolublemente a la solidaridad con el resto de la humanidad. No caigamos en sectarismos ni en discriminaciones. Tampoco nos dejemos llevar por simpatías o antipatías. La caridad está por encima de los sentimientos o apreciaciones más subjetivas. Sepamos ver la presencia de Dios en todos nuestros pastores y hermanos.

La Iglesia es una gran familia, muy diversa, sí, pero con una sola cabeza, Cristo. Aún más que una familia, Pablo la compara a un cuerpo, para subrayar la importancia de que todos los miembros estén firmemente unidos. Esta imagen tan vigorosa es rica en matices. Un cuerpo sano y armonioso conserva la belleza de sus partes y a la vez, todas éstas actúan coordinadas, equilibradas, cada una realizando su función. Un cuerpo saludable es un universo donde cada órgano está en su lugar, desarrollando su cometido, y donde todos contribuyen a un mismo fin: la supervivencia óptima del organismo.

Así es la Iglesia. Cada cristiano tiene una misión, allí donde se encuentre. Estando en sintonía con Dios y con los demás hermanos descubriremos nuestro lugar y podremos desplegar nuestras mejores aptitudes. Pero nunca perdamos de vista que nuestro principio y fin es Jesús.

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