domingo, octubre 12, 2008

Todo lo puedo en aquel que me conforta

Comentarios a la carta a los filipenses (Flp 4, 12-14. 19-20)
Hermanos, sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta.


Todo lo puedo en aquel que me conforta: estas palabras resumen el secreto que aviva el corazón incansable de Pablo. Con Jesús, arropado en su amor, es capaz de cualquier cosa. Nada teme y todo lo puede soportar.

Vivir en pobreza y en abundancia, estar preparado para cualquier situación, revela una enorme libertad interior. Pablo es tan libre de su ego, de sus gustos y preferencias, está tan liberado de ataduras, que puede acomodarse a todos los entornos. No vive encasillado ni preso de seguridades y esquemas.

Los cristianos estamos llamados a ser así. Cada cual se sabe limitado e imperfecto. A veces nos consideramos débiles e incapaces. Pero, ¡que esto no sea una excusa para abandonar nuestra misión! Con la fuerza de Dios lo podemos todo. Un cristiano es una persona libre, que sabe adaptarse a las circunstancias. Sabe convivir entre ricos y pobres, sabe tener bienes sin apegarse a ellos y sabe ser pobre sin angustiarse. Su único tesoro es Dios.

No obstante, Pablo es realista y sabe que para tirar adelante los proyectos humanos son necesarios los recursos, el dinero y la ayuda material. Por eso agradece a la comunidad de Filipos su colaboración. Y no sólo agradece, sino que les asegura que Dios compensará su generosidad con creces:

En pago, mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su espléndida riqueza en Cristo Jesús.

Dios devuelve el ciento por el uno. Nuestra generosidad siempre será compensada. Quizás nosotros damos con cierto reparo, midiendo nuestro donativo con prudencia. A lo mejor nuestra aportación es pequeña. Dios, en cambio, responde con esplendidez. Dice el Papa en su libro Jesús de Nazaret que lo propio de Dios es el derroche, la sobreabundancia, la magnificencia. Sí, nuestro Padre del cielo da a manos llenas. Por eso ser generoso es otro distintivo de aquellos que se sienten hijos amados de Dios.

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