domingo, octubre 05, 2008

El Dios de la paz estará con vosotros

De la carta de San Pablo a los filipenses (Flp 4, 6-9 )

"Nada os preocupe, sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, presentad vuestras peticiones a Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús".

En estos tiempos que vivimos, de profunda crisis, las palabras de Pablo son un motivo de esperanza y también una guía para navegar entre mares tempestuosos. Nos invita a no angustiarnos más de lo necesario y a no abandonar la oración. Es justamente en medio de los problemas cuando más hemos de confiar en Dios y poner todas nuestras preocupaciones en sus manos. Normalmente, la gente suele hacer lo contrario. En tiempos de bonanza, parece fácil creer y alabar a Dios, pero ¡qué difícil es continuar haciéndolo cuando las cosas se tuercen y van mal! Pablo nos alienta a seguir fiándonos de Aquel que nos ama, y no sólo a pedirle, sino a darle gracias. Sus palabras recuerdan aquellas de Jesús: “pedid, y creed que lo que pedís ya se os ha concedido”. Si aquello que suplicamos a Dios es bueno, confiemos que, en el momento oportuno, nos será otorgado.

¿Qué nos aportará confiar y dar gracias? Algo que todos ansiamos: la paz. No una calma engañosa o una ilusión. Pablo se refiere a “la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio”. Una paz que conservará nuestros corazones a salvo, una paz que nos acercará a Jesús, el que nos puede aliviar y consolar. Es la paz del que se sabe amado y protegido por Dios.

"…todo lo que es verdadero, justo, noble, puro, amable, todo lo que es virtud o mérito, tenedlo en cuenta. Y lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis y visteis en mí, ponedlo en obra. Y el Dios de la paz estará con vosotros."

Pero, además de rezar y confiar, Pablo también nos llama a la acción. En tiempos de adversidades, hay que seguir luchando. ¿Cómo? Buscando siempre el máximo bien. Pablo enumera una serie de virtudes que pueden ser muy bien estrellas orientadoras en nuestra travesía: verdad, justicia, nobleza, pureza, amabilidad… Todas ellas son virtudes que apelan a nuestra autenticidad y a nuestro amor hacia los demás. Son valores que Pablo nos invita a poner en práctica. El fruto de ese trabajo incansable será una recompensa sin precio: el mismo Dios de la paz.

He aquí dos salvaguardas de nuestra paz interior, que Pablo nos ofrece con simplicidad rotunda: la oración y una conducta noble y honesta. En nuestras plegarias y en nuestro trabajo, hecho con devoción, encontraremos a Dios. Y teniendo a Dios, como insistía Santa Teresa en sus versos, “nada nos falta”.

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