domingo, septiembre 17, 2006

Sobre las palabras del Papa y el Islam

La reciente polémica sobre unas supuestas palabras del Santo Padre ofensivas para el Islam me ha llevado a investigar un poco. He ido directamente a la página del Vaticano (http://www.vatican.va/) y he descargado y leído el discurso en cuestión. Y lo que he encontrado es una espléndida conferencia sobre fe y razón, en absoluto un ataque dirigido hacia la fe musulmana.

Como en tantas otras ocasiones, se trata, una vez más, de una noticia tergiversada y totalmente fuera de contexto.

En primer lugar, el discurso del Papa no es un comunicado político ni dirigido a los gobernantes de ningún país, sino una conferencia sobre fe, ciencia y universidad, pronunciada en la Universidad de Regensburg ante los profesores y científicos.

En segundo lugar, las palabras del Papa no son suyas, sino que el Santo Padre está comentando un texto del siglo XV, el diálogo entre un emperador bizantino, Manuel II Paleólogo, y un erudito persa, sobre la verdad en las tres religiones, cristiana, judía y musulmana. Las polémicas palabras son las que pronuncia dicho emperador. El Papa las utiliza como punto de partida del tema de su charla sobre fe y razón.

Pero, ¿qué dicen esas frases? Voy a transcribirlas, literalmente: “El emperador se dirige a su interlocutor con rotundidad, interpelándolo acerca de la relación entre religión y violencia en general, diciendo: “Muéstrame qué novedad aporta Mahoma, y si no es algo malvado e inhumano ordenar difundir la fe por la espada”. ... y continúa explicando las razones por las que expandir la fe mediante la violencia es algo irrazonable. La violencia es incompatible con la naturaleza de Dios y del espíritu. “Dios no se complace en el derramamiento de sangre y actuar irracionalmente es contrario a la naturaleza de Dios”.

Este es el fragmento que ha desatado tantas reacciones violentas en el mundo islámico y ha hecho derramar tinta en la prensa internacional. Las palabras del Papa, repetimos, no son suyas, sino un comentario a un diálogo pronunciado en el siglo XV sobre violencia y religión.

Por otra parte, esas palabras, ¿no nos resultan tremendamente actuales? Creo que casi todos nosotros, y cualquier gobernante democrático de nuestros países occidentales podrían hacerlas suyas. Rechazar la violencia y la guerra santa como medio para difundir la fe es algo que toda persona tolerante y democrática acepta. Cualquier ciudadano progresista que se precie podría decir lo mismo: la fe nunca se puede imponer y, menos aún, por las armas.

Estas son las palabras que, sacadas fuera de su contexto, han provocado tanto escándalo en los medios de comunicación y en una parte del mundo islámico. Las reacciones han sido violentas y desproporcionadas. ¿Realmente los periodistas y la sociedad se han molestado en conocer el contenido del discurso y su significado? ¿Por qué se han centrado en estas cuatro frases, sacándolas de contexto, y no se han fijado en el tema de la charla del Papa, mucho más interesante para la sociedad de hoy? A mi ver, la relación entre fe, razón y ciencia es un tema mucho más trascendente que esas trifulcas y rencillas fundamentalistas.

Por otro lado, la reacción de ciertos ambientes musulmanes es preocupante. Las imágenes de violentas manifestaciones contra el Papa aparecidas en TV dan que pensar. Destilan odio. No se puede evitar tener la sensación de hallarse ante grandes masas de gentes desinformadas y manipuladas, azuzadas por alguien que fomenta en ellas el rencor y la ira. ¿Es esto lo que queremos? Algunos dicen que, para atacar a la Iglesia, todo vale. Pero aliarse con el fundamentalismo, ¿no es arrojar piedras al propio tejado? Quienes protestan tan acaloradamente no tienen en cuenta que en Occidente existe la libertad de pensamiento, de expresión y de religión. Quizás por esto se han ofendido tanto. Porque, sin pretenderlo, con su comentario de su lectura, el Papa ha puesto el dedo en la llaga de una de las cuestiones más discutibles de la cultura islámica: la apología de la guerra santa y el uso de la violencia para implantar su fe.

Hubo un tiempo en que el Cristianismo también empleó la fuerza para imponer su credo. Afortunadamente, esas épocas han pasado y la Iglesia ha evolucionado mucho. Hoy, nadie pone en cuestión que la fe es un proceso personal y libre, que no debe obligarse. Para que se dé un diálogo entre religiones, así como entre civilizaciones, como propone nuestro presidente de gobierno, es necesario que éstas depongan las armas y afronten las cuestiones del mundo con mente abierta y receptiva. Es necesario, como dice el Papa en su magnífico discurso, que la fe y la razón se abracen y no se excluyan.

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